"Lo que hace Julieta en este poema es la confrontación de un mundo físico con un mundo óptico, aquél que es creado por la estética simbólica. En otras palabras, el cuerpo y el cuerpo que Julieta ve. De este modo, Té de jazmín le permite (a Julieta) producir mensajes estéticos cifrados, que al leerlos, nos arrojan su sentido, su contraseña."
Quizá todo no sea sino cuerpo: Té de jazmín de Julieta Marchant
Escribir poesía para todos roza la utopía, pero siento
cierta desconfianza ante quien es poeta para pocos o
sólo para sí mismo. Escribir supone transmitir; ¿Qué podemos
decir si el mensaje es cifrado y nadie conoce la clave?
Primo Levi
"Como si la respiración se fuera en eso, en beberlo”, dice Julieta Marchant en Té de jazmín (Marea Baja Ediciones, 2010) como definiendo la dirección de esta plaquette en un sentido opuesto o claramente distinto al de urdimbre (Ed. Inubicalistas, 2009), su anterior publicación. Para explicar esta diferencia creo pertinente retroceder a los orígenes del existencialismo, en la condición incierta de lo humano planteada por Kierkegaard respecto a la racionalidad; así, tendríamos que leer Té de jazmín desligado de un trabajo de una densidad centrada en la propia escritura como es urdimbre; más incierto podríamos decir.
El distingo de estas dos poéticas señala una situación en extremo interesante, densa, que podríamos entender más fácilmente a través de una metáfora originada en la historia del arte. Pensemos que en el siglo XVIII la obra de arte es un hecho histórico en sí mismo, en oposición al documento que funciona como aval del hecho histórico. Podemos leer en ese sentido entonces urdimbre como el hecho histórico en sí mismo, dado que aparece como una escritura que se vincula con lo arqueológico, pues pareciera no relacionarse con el documento sino que busca ser la obra, el hecho histórico, un cuerpo escritural. Esta plaquette -más acotada en sus pretensiones- se erguiría como aval del hecho histórico; el que no sería el cuerpo que se alude en Té de jazmín y que se busca lograr en urdimbre. Y este avalar al cuerpo en esta plaquette, digámoslo, podemos apreciarlo en el cuerpo de otro a quien se dirige constantemente: “te desovillo / buscando en el cuerpo que tenías esa tarde un lugar para mi mano”.
Podemos ver que el otro, ese cuerpo masculino al que se alude, transita en una división evidente entre el cuerpo que es entregado al otro o a sí misma, dejándonos esta última entrega la figura del Uroboros en la retina. La mirada es una construcción cultural, dijo Pierre Francastel, luego, la forma que Julieta establece para dar cuenta de ese otro es creando esa construcción cultural mediante referencias simbólicas que señalen la ausencia o presencia de ese otro: “No es el nombre, es la misma frase que multiplicándose / regresa y se abre espacio para decirse a sí misma”. En este sentido, es evidente en esta plaquette la preocupación por la formación de una estética simbólica: lo que implicaría una cohesión mayor, sí, más aún que en urdimbre, porque aquí es preciso hacer una lectura de una totalidad, en vez de sumar todas las partes.
Creo, guardando las proporciones, que aquello que Julieta le dice a ese otro en esta plaquette puede ser leído desde alguna de las Fases del proceso Creador propuestas por Didier Anzieu, aquella que corresponde al sobrecogimiento creador. Allí es desde donde se erige esta voz, al amparo de la figura del reclamo amoroso que tomaría cuerpo en la elaboración del duelo, que podemos apreciar en la formación de una estética simbólica. La otra fase aplicada en esta lectura corresponde al distanciamiento o toma de conciencia. Aquí el poema debe convertirse en el hecho social que está llamado a ser, en el sentido de que el poema es el espacio donde convergen puntos de vista de quien escribe y del mundo, el contexto. Porque lo que hace Julieta en este poema es, como diría Gombrich, la confrontación de un mundo físico con un mundo óptico, el cual, cómo no, es aquél creado por la estética simbólica. En otras palabras, el cuerpo y el cuerpo que Julieta ve. De este modo, y respecto al epígrafe que abre esta reseña, Té de jazmín le permite (a Julieta) producir mensajes estéticos cifrados, que al leerlos, nos arrojan su sentido, su contraseña.
El distingo de estas dos poéticas señala una situación en extremo interesante, densa, que podríamos entender más fácilmente a través de una metáfora originada en la historia del arte. Pensemos que en el siglo XVIII la obra de arte es un hecho histórico en sí mismo, en oposición al documento que funciona como aval del hecho histórico. Podemos leer en ese sentido entonces urdimbre como el hecho histórico en sí mismo, dado que aparece como una escritura que se vincula con lo arqueológico, pues pareciera no relacionarse con el documento sino que busca ser la obra, el hecho histórico, un cuerpo escritural. Esta plaquette -más acotada en sus pretensiones- se erguiría como aval del hecho histórico; el que no sería el cuerpo que se alude en Té de jazmín y que se busca lograr en urdimbre. Y este avalar al cuerpo en esta plaquette, digámoslo, podemos apreciarlo en el cuerpo de otro a quien se dirige constantemente: “te desovillo / buscando en el cuerpo que tenías esa tarde un lugar para mi mano”.
Podemos ver que el otro, ese cuerpo masculino al que se alude, transita en una división evidente entre el cuerpo que es entregado al otro o a sí misma, dejándonos esta última entrega la figura del Uroboros en la retina. La mirada es una construcción cultural, dijo Pierre Francastel, luego, la forma que Julieta establece para dar cuenta de ese otro es creando esa construcción cultural mediante referencias simbólicas que señalen la ausencia o presencia de ese otro: “No es el nombre, es la misma frase que multiplicándose / regresa y se abre espacio para decirse a sí misma”. En este sentido, es evidente en esta plaquette la preocupación por la formación de una estética simbólica: lo que implicaría una cohesión mayor, sí, más aún que en urdimbre, porque aquí es preciso hacer una lectura de una totalidad, en vez de sumar todas las partes.
Creo, guardando las proporciones, que aquello que Julieta le dice a ese otro en esta plaquette puede ser leído desde alguna de las Fases del proceso Creador propuestas por Didier Anzieu, aquella que corresponde al sobrecogimiento creador. Allí es desde donde se erige esta voz, al amparo de la figura del reclamo amoroso que tomaría cuerpo en la elaboración del duelo, que podemos apreciar en la formación de una estética simbólica. La otra fase aplicada en esta lectura corresponde al distanciamiento o toma de conciencia. Aquí el poema debe convertirse en el hecho social que está llamado a ser, en el sentido de que el poema es el espacio donde convergen puntos de vista de quien escribe y del mundo, el contexto. Porque lo que hace Julieta en este poema es, como diría Gombrich, la confrontación de un mundo físico con un mundo óptico, el cual, cómo no, es aquél creado por la estética simbólica. En otras palabras, el cuerpo y el cuerpo que Julieta ve. De este modo, y respecto al epígrafe que abre esta reseña, Té de jazmín le permite (a Julieta) producir mensajes estéticos cifrados, que al leerlos, nos arrojan su sentido, su contraseña.
Por Rodrigo Arroyo.
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